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Él Profeta Moisés y la muerte de Faraón

El Profeta Moisés y la muerte de Faraón

Los reyes del antiguo Egipto, conocidos como faraones, se consideraban a sí mismos como dioses en el ámbito de la religión politeísta y supersticiosa que profesaban. En esa época, en que el pueblo de Egipto prefería la superstición a la verdad y en que los hijos de Israel se encontraban esclavizados, Al-lah envió al Profeta Musa (Moisés) como Su mensajero a los egipcios. Pero el pueblo egipcio en general, y el faraón y su corte en particular, rechazaron abandonar sus creencias idólatras cuando el Profeta Musa los invitó a la verdadera religión divina. Moisés señaló a faraón y sus cortesanos las cosas que debían evitar advirtiéndoles sobre la Ira de Al-lah. En respuesta a esto se rebelaron, acusaron al Profeta Musa de locura, hechicería y falsedad. El faraón y su pueblo rehusaron someterse, pese a las plagas que los azotaron, y se negaron a aceptar a un Dios Único. Sostuvieron incluso que el Profeta Musa era el responsable por lo que se había abatido sobre ellos y buscaron exiliarlo de Egipto. Pero Al-lah salvó al Profeta Musa y a los creyentes que estaban con él e infligió un severo desastre al faraón y su pueblo. El Corán describe esta ayuda de Al-lah en los siguientes términos:

{Y le ordenamos a Moisés: Golpea el mar con tu vara. Y entonces, el mar se dividió en dos, y cada parte del mar semejaba a una enorme montaña. Luego hicimos que los enemigos [el Faraón y su ejército] les siguieran, y fue entonces cuando salvamos a Moisés y a todos los que estaban con él, y ahogamos al Faraón y su ejército. En esto hay un signo, pero la mayoría de los hombres no creen. Y ciertamente tu Señor es Poderoso, Misericordioso}[Corán 26:63-68].
El siguiente relato sobre este tema ha sido descubierto recientemente en un papiro de la época de Faraón: “Del guardián del salón blanco del palacio, el encargado de los libros Amenamoni, al escriba Penterhor: Cuando recibas esta carta y la leas puntualmente, tomando conciencia del desastre que herirá tu corazón y de las catástrofes que te sumirán en el escarnio, sometiendo a tu corazón a la mayor de las aflicciones como si fuera una hoja en medio de un huracán...
...el desastre, terribles dificultades lo atraparon. Dormir en las aguas hicieron del acusado alguien por el cual sentir piedad... Describe la muerte de los caudillos de las naciones y la caducidad de las canciones de los reyes. ¿Con qué noticias puedes comparar éstas que te he enviado?”[1] .
Sin duda que es un importante milagro del Corán esta confirmación, por parte de la evidencia histórica contemporánea, de acontecimientos del pasado en él revelados.
El período de las calamidades y la necedad del faraón
El faraón y sus súbditos estaban tan obstinados en su idolatría que ni siquiera los milagros del Profeta Musa (P) los hicieron arrepentirse de sus doctrinas impías. Y lo que es peor aún, expresaban esto explícitamente:
{Dijeron: ‘Sea cual fuera el signo que nos traigas para hechizarnos con él, no te creeremos} [Corán 7:132].
Debido a su conducta Al-lah les infligió severas calamidades como {signos claros y distinguibles} [ Corán 7:133] para que probaran también el tormento en este mundo. La primera de esas plagas fue la sequía que provocó una considerable caída de la producción agrícola. Este es el versículo del Corán que relata ese hecho:
{Y castigamos al pueblo de faraón con años de sequía y escasez de frutos. Quizás así prestaran atención} [Corán 7:130].
El sistema agrícola egipcio se apoyaba en el caudal del río Nilo y por ende no resultaba afectado por cambios en las condiciones naturales. No obstante, dado que Faraón y su círculo íntimo seguían con su actitud arrogante y soberbia hacia Al-lah, un desastre que les resultaba inesperado se abatió sobre ellos. Y pese a esto, en lugar de “prestar atención”, el pueblo impío consideró estos desastres como una desgracia que Musa y los hijos de Israel habían atraído sobre ellos. Después de esto Al-lah les infligió una serie de calamidades que están descriptas en el Corán de esta forma:
{Enviamos contra ellos la inundación, las langostas, los piojos, las ranas y la sangre, como signos claros y distinguibles, pero se mostraron soberbios, era un pueblo pecador} [Corán 7:133].
El relato coránico de estas calamidades infligidas al pueblo de Egipto fue confirmado, en primer lugar, a principios del siglo XIX, por el descubrimiento de un papiro en Egipto datado en la época del Imperio Medio. Luego de descubierto este papiro fue llevado al Museo de Leiden en Holanda y traducido allí por A. H. Gardiner. El papiro refiere de desastres en Egipto tales como hambre y sequías y la huida de los esclavos. Se desprendía además que el redactor del papiro, Ipuwer, había sido testigo de esos acontecimientos.
La cadena de plagas que cayeron sobre el pueblo de Egipto coinciden casi al detalle con los desastres descriptos en el Corán, tales como el hambre y la pestilencia[2]. Estos castigos de Al-lah son descriptos en estos términos en el papiro de Ipuwer:
“La plaga se extiende por el país. La sangre se ve por doquier.
Toda el agua del río se ha vuelto sangre.
En verdad que ha perecido lo que ayer podía verse. La comarca ha quedado arrasada como cuando se siega el lino.
El Bajo Egipto llora... El palacio no recibe sus réditos. A él le pertenecen (por derecho) trigo y cebada, gansos y peces.
Ciertamente el grano ha perecido en cada orilla.
La tierra, en toda su extensión hay confusión y un alboroto terrible... Durante nueve días no ha habido salida del palacio y nadie ha podido ver la cara de su compañero... Ciudades fueron destruidas por terribles mareas... El Alto Egipto ha sufrido la devastación... hay sangre por doquier... y pestilencia en todo el país... Nadie realmente navega hacia el norte a Biblos hoy. ¿Cómo haremos por el cedro para nuestra momias?... El oro está faltando...
Los hombres se apartan estremecidos de tener que probar seres humanos, y hay sed pese al agua[9].
¡Esa es nuestra agua! ¡Esa es nuestra felicidad! ¿Qué haremos sobre eso? Todo está en ruinas.
Las ciudades están destruidas. El Alto Egipto se ha vuelto árido.
La residencia está a punto de derrumbarse”[3].
La información concordante entre el Corán y el papiro respecto de los castigos sufridos por el Faraón y su pueblo, de lo cual recién hemos sido informados en el siglo XX, revela una vez más que el Corán proviene de Al-lah.



[1]Museo Británico, papiro egipcio Nº 6.
[2]Rabbi Mordechai Becher, “The Ten Plagues Live from Egypt” (Las diez plagas de Egipto), http://www.ohr.org.il/special/pesach/ipuwer.htm.
[3]Admonitions of Ipuwer (Las advertencias de Ipuwer) 7:4; http://www.geocities.com/regkeith/linkipuwer.htm.

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