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La globalización y la mujer (Parte II)

La globalizaciَn y la mujer (Parte II)

Herramientas de la nueva autoridad referencial
La Declaración Universal de los Derechos Humanos elaborada en 1948 es el núcleo de esta nueva autoridad referencial que estableció la cuestión de la mujer y la familia como un asunto digno de interés internacional al terminar la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la agitación política y económica en los países tercermundistas en esos días desvió la atención de tales cuestiones sociales y culturales.
En 1950 las Naciones Unidas intentaron llevar a cabo una primera ronda de conferencias internacionales sobre la mujer y la familia bajo el nombre de “Planeación familiar”, apoyadas en primera línea por un marxista sionista; no obstante, la monarquía egipcia se opusó firmemente y por lo tanto dicho intento fracasó. A pesar de esto, las Naciones Unidas lo intentaron nuevamente en 1975, llevando a cabo en la Ciudad de México una conferencia en la que convocaban a la libertad sexual de adultos y adolescentes y apelaban al derecho de abortar y al control natal para contener la explosión demográfica en el Tercer Mundo; pero dicha conferencia no tuvo mucho éxito tampoco.
Las conferencias subsecuentes (“Estrategias orientadas hacia el futuro para el adelanto de la mujer” Nairobi, 1985; y “Conferencia internacional de población y desarrollo” El Cairo, septiembre de 1994) dieron buenos resultados. Después se celebró la conferencia con la que las Naciones Unidas cerraron el siglo pasado: “Cuarta conferencia mundial de la mujer”, llevada a cabo en Pekín en 1995 bajo la plataforma “Acción por la igualdad, el desarrollo y la paz.” Aquí se dio el último toque a la propuesta de la nueva autoridad referencial dirigida a las mujeres a través de una globalización social y cultural que las Naciones Unidas, los EEUU y Europa buscan imponer en todo el mundo, particularmente en países en vías de desarrollo.
Esto es lo que sucede en efecto, pues las recomendaciones y documentos firmados por todos los miembros de las Naciones Unidas cobran un carácter obligatorio y son reforzados por las Naciones Unidas mismas mediante sus departamentos e instituciones, las cuales se aseguran de que se implemente lo establecido y vigilan las actividades de los gobiernos. Los organismos no gubernamentales afiliados a las Naciones Unidas sirven también como grupos de presión que monitorean que sus países cumplan con las resoluciones y recomendaciones de las Naciones Unidas, asumiendo así un papel de representantes de dicha organización. Las Naciones Unidas, fundadas en el concepto de un gobierno global, celebran conferencias con autoridades gubernamentales y con organismos no gubernamentales aproximadamente cada año a fin de asegurar que se dé seguimiento al nuevo orden mundial.
Este mecanismo consistente en presionar y obligar a Estados soberanos a seguir acuerdos resulta en una intervención en los asuntos internos de cada país. Así, aquellos países que no cumplen con los mandatos de las Naciones Unidas reciben incentivos en forma de ayuda o prestamos que sirven como pantalla de legitimidad para sus exigencias chantajistas, o si no, son aterrorizados con sanciones internacionales.
Por ejemplo, el derecho penal y el derecho privado han sido enmendados en países como Egipto, Marruecos y Jordania como parte del cumplimiento de dichos países con la agenda internacional acordada en las conferencias de las Naciones Unidas, y no como reflejo de los deseos de la población local. Entre las enmiendas a dichas leyes se encuentran el derecho de la mujer a anular el contrato de matrimonio unilateralmente y a viajar sola o con sus hijos sin restricciones, el derecho a adquirir la ciudadanía (lo cual es en realidad una manera de igualarla al hombre dentro del derecho de sucesiones), la libertad de someterse a la autoridad (la cual es una objeción al deber del hombre de hacerse cargo de la mujer), y el derecho a tener relaciones personales mas allá de su hogar y su familia. Todos estos derechos fueron propuestos como parte de una agenda internacional, marcando así el sometimiento ante un nuevo orden mundial y ajeno que promociona el feminismo.
Tales medidas llevan el sello distintivo de las feministas como las que llaman abiertamente y sin reservas a esta nueva ideología en el Consejo Nacional de la Mujer en Egipto. No obstante, dichos llamamientos son un producto derivado del pensamiento feminista occidental que reflejan como dichas mujeres se sientes inferiores en comparación con las occidentales y creen que imitando sus ideas se librarán de su baja auto estima, la cual además lleva a muchas de ellas a odiar el Islam, su sistema social y sus leyes familiares. Así, dichas mujeres dan la impresión de no pertenecer a ningún lado y de que su salud mental está afectada gravemente. Por lo tanto, permitirles planear y discutir asuntos concernientes a la mujer equivale en efecto a ceder ante fuerzas ajenas que quieren que quienes adoptan ideas occidentales y convocan a un nuevo tipo de feminismo se conviertan en representantes de la mujer musulmana.

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