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Desconociendo el paradigma musulmán

Desconociendo el paradigma musulmلn

Al-lah Hizo el Islam con la precisa misión de facultar al hombre para recuperar su luz interior y luego sacralizar la tierra. Ese es el paradigma que el Islam aún nos ofrece en este tiempo de crisis medioambiental. Esto se convierte en una clara ayuda cuando consideramos los principios básicos que prevalecen en Occidente actualmente que han deteriorado el medioambiente, y ya que es en Occidente donde la mayor parte del consumismo y la contaminación en el mundo están teniendo lugar y donde la mayor parte de la iniciativa para contrarrestar su desastroso impacto ha comenzado.

Una premisa definitoria que subyace a la mayoría de las conversaciones sobre el medioambiente hoy en día, es la idea de la “escases”, la noción de que la tierra y sus recursos son insuficientes para el hombre, de que no puede soportar a 6 mil millones de personas en una etapa avanzada de la civilización. Esto está en agudo contraste con una serie de estudios (así como con la historia islámica), los cuales muestran que la agricultura a pequeña escala pero diversificada no es solamente altamente productiva y sostenible, sino que, de hecho, superabundante y virtualmente perpetua.
Obviamente, un paradigma de escases engendra actitudes y consecuencias muy diferentes entre las personas a uno de abundancia, sobre el cual descansa el Islam, es decir, que Al-lah es el más Generoso y El que Da en abundancia. Dice el Corán (lo que se interpreta en español): {A todos [en esta vida] se les concederá de los favores de tu Señor [¡Oh, Muhammad!]. Sus favores no le son vedados a nadie.} [Corán 17:20] De hecho, la violencia que ha caracterizado la historia de Occidente se debe en gran medida al temor a la escases económica tan ampliamente difundido en la cultura. Esto está bien representado actualmente en la barbárica y bien difundida idea de la necesidad de un control forzoso de la población, de la natalidad, de los “otros”. La percepción de los recursos “limitados” es en realidad falsa ya que todos los recursos son renovables, pero en diferentes escalas de tiempo. Algunos pueden tardar siglos en reconstituirse, mas sin embargo renovables. El problema de la tierra no son sus recursos, sino la forma en que los intereses comerciales abusan de ellos. Esto pone al descubierto un corrupta premisa doble:
La primera suposición es que el único valor socioeconómico es el incremento de la riqueza, medida en términos de pérdidas y ganancias, o el producto interno bruto. Este es el impulso que esclaviza a la ciencia a favor de las ganancias, dándonos una tecnología que es completamente derrochadora porque en el paradigma capitalista el desperdicio (obsolescencia planificada, por ejemplo) incrementa la producción y el consumo. La tecnología contaminadora es económicamente productiva en este modelo, por la misma razón: Genera más industrias que dependen de la contaminadora, como la industria de la limpieza de los productos tóxicos. Es por eso que el motor de la máquina no ha tenido ninguna evolución significativa (más allá de la combustión, por ejemplo) en un siglo. Nuestras casas, oficinas y escuelas son cajas tóxicas que engullen energía de la misma manera que lo hacen nuestros carros, etc. Las tecnologías detrás de ellas son, científicamente, completamente primitivas, a pesar de que sus tecnologías de producción (eliminando el papel de los empleados pagados) han evolucionado enormemente. Esta dicotomía pura y simple es económicamente productiva para unos pocos.
La segunda suposición de nuestro corrompido paradigma comercial, es la creencia de que la vida es un fenómeno de suma cero. Así, para que una persona gane, otra debe perder. Esta premisa es real solo en un sistema socioeconómico en el que existe una élite que explota a todos los demás. La verdadera sostenibilidad acumula una ganancia negativa para la mega industria cuya filosofía es el crecimiento perpetuo para consolidar el poder en las estructuras que engloban los aparatos de gobierno de la gente y todas sus instituciones. Y al igual que la historia fue testigo de cómo la agricultura sostenible y basada en principios de los musulmanes desbarató competitivamente vastos monopolios de tierra y liberó a millones de vasallos, transformando sus campos de cultivo en pequeñas granjas propiedad de quienes las trabajaban. Por lo tanto, la sustentabilidad de hoy puede sustituir al sistema de crecimiento perpetuo y canalizar sus recursos en pro de la justicia para las gentes y comunidades libres y soberanas.

La verdadera sostenibilidad y justicia, una cooperación de beneficio mutuo, es un modelo realista, como lo han demostrado siglos de civilización islámica. Y para aquellos que no saben, esta fue una civilización global altamente científica, tecnológicamente avanzada, ecológica y económicamente sostenible. Para aquellos que no están familiarizados con los más de 900 años de civilización islámica que fue heredada por Occidente, existen hoy en día una abundancia de ciencias “alternativas” (léase, que no cuentan con el apoyo de los académicos o la industria) demostrando que podemos ser sostenibles y justos sin necesidad de regresar a la Edad de Piedra.

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