Milagros durante la Hégira

09/10/2017| IslamWeb

 Al-lah, Altísimo sea, Envió a su Mensajero, sallallahu a’laihi wa sallam, con la guía y la religión verdadera, Prometiéndole para que pudiera cumplir con su misión, Su apoyo y protección en todo momento. Dentro de las formas como Al-lah Apoyó a su Enviao, sallallahu a’laihi wa sallam, destacamos los milagros, eventos que se salen de lo normal y conocido por la gente. Al-lah le concedió muchos milagros a Profeta, sallallahu a’laihi wa sallam, en esta ocasión hablaremos de los que acontecieron cuando él estaba en su camino hacia Medina.


El primero de ellos nos lo relata As-siddiq, Abu Baker, que Al-lah esté complacido con él: “Andamos toda la noche hasta el mediodía, no vimos una sola alma en el camino. Encontramos una gran roca protegida por la sombra, me acerque y preparé el lugar para el Mensajero de Al-lah, sallallahu a’laihi wa sallam, descansar y durmiera. En el momento en el que él se despertó vino un pastor y le pedimos leche de su ganado para beber”.


También tenemos lo sucedido en el campamento de Um Ma’bad, cuando el Profeta, sallallahu a’laihi wa sallam, junto con su compañero llegaron a este lugar, Abu Ma’bad le dijo: “No tememos que ofrecerte, nuestras ovejas están preñadas y no dan leche” El Profeta vio una y pidió que se la trajeran, le suplicó a Al-lah y la ordeño, sacó tanta leche que todos bebieron. Ante esto Abu Ma’bad le pregunto: “Tu eres aquel a los que Quraish acusan? Dijo: “Eso es lo que ellos afirman” así que Abu Ma’bad le dijo: “Atestiguo que tu mensaje es verdad, ¿te sigo?” el Profeta, sallallahu a’laihi wa sallam, le respondió: “No hasta que escuches que hemos prevalecido”.


El otro milagro es la historia misma contada por Suraqah: ‘nos llegaron mensajeros de los incrédulos de Quraish ofreciendo como recompensa por el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y por Abû Bakr una cantidad igual a su indemnización (Diah, en caso de muerte: 100 camellos) para quien los capture o los mate. Mientras yo estaba sentado en una reunión con la gente de mi tribu, Banu Mudliy, llegó un hombre de ellos y se quedó parado donde estábamos sentados. Dijo: ‘¡Suraqah! He visto gente por la costa; creo que se trata de Muhammad y sus Sahabas’. Yo supe que eran ellos y le dije: ‘No son ellos; tú has visto a Fulano y fulano que partieron ante nuestros ojos’ y me quedé un tiempo más sentado. Luego me levanté y entré (a mi casa); ordené a mi sierva que salga con mi caballo hasta detrás de unas colinas y me lo tenga allí. Tomé mi lanza y salí por la puerta trasera de la casa arrastrando el cabo de la lanza y llevando la punta a baja altura (para que no puedan seguirme por su brillo y tenga que compartir la recompensa). Luego llegué hasta mi caballo, lo monté y lo hice galopar hasta llegar donde ellos estaban. Pero mi caballo se desbocó y me hizo caer. Me levanté y saqué flechas de mi carcaj para ver el oráculo con ellas (costumbre árabe de adivinación) ¿Los heriría o no? Y me salió algo que me desagradó (que no). Así que monté mi caballo y me lancé al galope desobedeciendo a las flechas. Cuando me acerqué a ellos oí la recitación del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, que recitaba sin mirarme mientras Abu Baker volcaba constantemente para mirarme. De pronto; las patas delanteras de mi caballo se doblaron hasta que sus rodillas cayeron a tierra y yo volví a caer. Lo fustigué para que se levante y se incorporó, pero casi no logra enderezar sus patas; cuando finalmente las enderezó, sus patas habían levantado una nube de polvo que se elevaba como humo. Volví a consultar el oráculo de las flechas y me salió lo que no deseaba, así que los llamé; les garanticé que no los dañaría y ellos se detuvieron. Cabalgué hasta alcanzarlos y sentí dentro de mí que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y su religión saldrían triunfantes. Le dije: ‘tu gente ha puesto una recompensa igual a tu Diah por tu captura’ y le informé de lo que la gente les quería hacer. Les ofrecí provisiones y pertrechos, pero no las aceptaron ni me pidieron nada, excepto que me dijo (el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam): “no digas a nadie que nos has visto”. Entonces le pedí que me escriba un documento de paz y él ordenó a A’mir bin Fuhairah, quien me lo escribió en un parche de cuero. Después partieron’. Un hombre que planeaba capturar al Mensajero de Al-lah, sallallahu a’laihi wa sallam, y a su compañero de viaje, vivos o muertos para cobrar la recompensa, al encontrarlos sorprendentemente se vuelve musulmán.

 

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