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La globalización y la mujer (Parte III)

La globalización y la mujer (Parte III)

 

Declaración de Pekín: términos de la nueva autoridad referencial
 
Al examinar la Declaración de Pekín, la cual representa la cumbre del nuevo pensamiento feminista, nos damos cuenta de que existe un plan estructurado destinado a destruir a la familia, la mujer y la raza humana. Parece que el Occidente desea destruir a otras civilizaciones, especialmente la musulmana, aun tras haber experimentado una regresión debido a la sumisión insalubre ante el pensamiento feminista y la anarquía sexual y moral.
 
Como parte de lo que Samuel Huntington denomina El Choque de Civilizaciones, la imposición de cambios sociales y culturales a otras civilizaciones –particularmente la musulmana- ha quedado asentada en la declaración resultado de la conferencia de Pekín.
 
La declaración que el presidente de la conferencia leyó en voz alta indicaba que el significado de la palabra “género” (usado repetidamente durante todo el proceso) no había adquirido una nueva connotación diferente de la aceptada generalmente. Sin embargo, el Vaticano y otros gobiernos señalaron que si bien el término “género” no es tan especifico como el vocablo “sexo”, se debe limitar solamente a “femenino” y “masculino”. Usar la palabra “género” significa rechazar el hecho de que la composición biológica es una predestinación y de que las diferencias entre hombre y mujer han sido creadas por Al-lah Todopoderoso, implicando que dichas diferencias son mas bien producto de los factores sociales, familiares y ambientales. Esta tendencia promueve la idea de que la persona tiene derecho a alterar su identidad sexual y a modificar el papel propio de cada sexo. Esto conlleva a reconocer formalmente ciertas perversiones, como las de aquellos hombres afeminados que etiquetan sus reclamos –tales como el matrimonio entre personas del mismo sexo, y su fundación de una familia a través de la adopción o con ayuda de madres de alquiler- como derechos humanos.
 
Además, dicha declaración exige que tanto mujeres como chicas tengan el derecho de incurrir en actividades sexuales seguras con quien deseen, a la edad que quieran y sin someterse necesariamente al yugo legal del matrimonio. Se promueve así el tener relaciones sexuales seguras (pero pecaminosas) con el fin de evitar consecuencias no deseadas como quedar embarazada o contagiarse de SIDA.
 
La Declaración de Pekín exige que los gobiernos den prioridad a la protección de los derechos humanos y la libertad sin ninguna discriminación de hombres o mujeres, facilitando que logren obtener sus privilegios plena- y equitativamente, incluyendo la libertad de practicar todo tipo de relaciones sexuales y el acceso al control natal y el aborto, si bien dichas medidas están en desacuerdo con las principales religiones del mundo. Asimismo, apela a que las autoridades presten atención y traten de satisfacer las necesidades culturales de los adolescentes, permitiéndoles enfrentar los aspectos sexuales de su vida de manera positiva y responsable. Al no denunciar las relaciones sexuales ilícitas, convoca a otorgar a las adolescentes que se embarazan el derecho a continuar con su educación.
 
La plataforma de acción de Pekín no habla del matrimonio como un lazo legal entre mujer y hombre dentro de un contexto social, o sea como familia. De hecho, el matrimonio a edad temprana es considerado como un obstáculo para el progreso de la mujer, por lo que propone modificar la edad legal para casarse y prohibir los matrimonios a edad prematura en su totalidad.
 
La palabra “padres” se menciona en el documento acompañada siempre de la frase “y otros responsables legales de los hijos” como concesión ante familias encabezadas por dos personas del mismo sexo. El documento no usa tampoco la palabra “esposo”, reemplazándola por “compañero” o “pareja”. Se refiere a la mujer como individuo y no como el núcleo de la familia. Por lo tanto, es obvio que se reconoce solamente a las mujeres que trabajan y se excluye a las amas de casa, considerándolas retrogradas no aptas para el nuevo mundo, dado que su trabajo no es satisfactorio financieramente y solamente las ata a sus esposos, hijos y familia. A este mismo tenor, la palabra “maternidad” aparece solamente seis veces, mientras “género” se repite sesenta veces y “sexo” aun más.
 
La plataforma de acción de la Declaración de Pekín fue firmada por ciento ochenta naciones, por lo que pasó a ser así la autoridad referencial alternativa a nivel mundial, la cual ha indicado claramente que la religión podría ser un obstáculo para la implementación de sus resoluciones. En consecuencia, se hizo un llamado a las instituciones religiosas para que ayuden a poner en efecto la plataforma de acción de Pekín. Así vemos que incluso las religiones han pasado a ser una herramienta de la autoridad global que impone el nuevo orden mundial; es por eso que muchas instituciones islámicas han otorgado a las mujeres el derecho a viajar sin permiso de su esposo, y a los menores –incluyendo chicas- sin permiso de sus padres.
 
El hecho de que la Declaración use la palabra “igualdad” para expresar la abolición de toda diferencia entre hombre y mujer da mucho que pensar. Asimismo, recurre a la palabra “desarrollo” para insinuar libertinaje sexual e inmoralidad. Incluso la palabra “paz” tiene matices sutiles que exigen que los gobiernos reduzcan sus presupuestos de defensa y usen esos fondos para ampliar la ideología feminista. La plataforma de acción de Beijing obliga a los gobiernos locales a implementar los objetivos estratégicos de este nuevo orden mundial en conjunción con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Estos son los nuevos términos reforzados como ideología global a través de una autoridad gobernante que tiene como objetivo diversas posiciones de poder en diferentes sociedades.
 
En lo referente a la civilización musulmana, el Islam sigue siendo la autoridad referencial para su gente y su forma de vida, especialmente en cuestiones pertinentes a la familia, jerarquía personal, idiosincrasia, cultura y credo. Esto molesta tanto a las Naciones Unidas como al Occidente debido a que el numero de musulmanes sobrepasa los mil 250 millones. Por lo tanto, el mundo musulmán representa una amenaza para su dominio del orden global mientras el Islam siga rigiendo los aspectos culturales y sociales de la vida así como la identidad de sus seguidores, con todos sus recursos y riquezas. Es por esa razón que consideran necesario el atacar el corazón del mundo musulmán si desean deshacerse de la identidad islámica y su sistema social, el cual ha demostrado ser la fortaleza que protege a los musulmanes de la decadencia y el declive.
 
El conflicto político y económico con Occidente ha adquirido matices religiosos, culturales y sociales que impactan la identidad musulmana y su existencia. Consecuentemente, se requieren nuevas armas para combatirlo y debemos estar conscientes y alertas. Toda la humanidad –hombres, mujeres, niños y familias- está siendo objeto de los ataques promulgados por la autoridad referencial alternativa global del nuevo orden mundial.
 
El mundo musulmán debe despertar y ponerse en pie, dado que nuestra subsistencia depende de que tanto nos apeguemos a nuestra existencia como “musulmanes” tanto en palabras como en hechos. De lo contrario seremos sustituidos, tal y como nos Dice Al-lah Todopoderoso (lo que se interpreta en español): “Si no creéis, Al-lah os Sustituirá por otros que no obrarán como vosotros [sino que creerán y obedecerán a Al-lah].” [Corán 47:38]

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