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Tú y la familia de tu esposo

Tú y la familia de tu esposo

Para la gran mayoría de las recién casadas, incluso las que ya llevan varios años de matrimonio, pensar en su la relación con la familia de sus esposos significa un gran desafío, en el que hay un constante forcejeo por posicionarse y predominar, y en ocasiones no se dan la oportunidad de conocerse y establecer un vínculo adecuado entre ellos.

Lo problemas comienzan, en la mayoría de las veces, cuando la esposa, con razón o sin ella, se siente vigilada en todo momento por parte de la familia de su esposo; también, porque la madre del hombre siente que ha perdido a su hijo (que se lo robó la que se casó con él). Este sentir, por parte de la madre, puede llegar a límites enfermizos. Encontramos que algunas buscan cualquier excusa para que sus hijos estén cerca de ellas, hasta inventan enfermedades o se hacen las enfermas para que ellos no se casen y se “alejen” de ellas.
La diferencia en las formas de pensar y sentir son parte de la vida; por ello, hay que aprender a aceptar que los demás no son como yo o como quiero que sean. Así que, debes saber manejar esa idea de que la familia de tu esposo está vigilando tus acciones y procederes a cada momento para que no te lleve a la desesperación y te altere, y estés prevenida frente a cualquier comentario, lo que te puede hacer reaccionar de una forma inesperada. El que trates de entender la manera en cómo piensan y actúan tus nuevos parientes no es un factor de debilidad o una limitación a tu independencia y libertad, es solo una forma de hacerte entender y de que te conozcan tal como eres para que no te juzguen erróneamente. En todo caso, no pienses que ellos ven las cosas como tú las ves ni que ellos piensan de la misma manera que tú lo haces, y acéptalos tal como son.
Si vives en la casa de la familia de tu esposo, gánate el cariño de tu suegra y la amistad de tus cuñadas, busca la mejor manera de hacerlas sentir que eres parte de la familia. Si vives en tu propia casa, entonces trata de establecer una relación fuerte entre ellos y tú, establece la costumbre de las visitas constantes entre ustedes, no solo en las ocasiones especiales; si haces esto, les harás entender que se equivocan al pensar que les has robado a su hijo.
Las diferencias de opinión y formas de pensar y sentir son algo natural; así que, por más que tu relación con la familia de tu marido sea muy buena, haya comprensión y amor, tendrán que pasar por problemas y dificultades. Si eres una de las que entienden esta realidad, sabrás afrontar dichos problemas de la manera más adecuada, verás las cosas con claridad y serenidad, lo que te ayudará a superar esos momentos amargos. Mientras que aquellas que piensan desde el momento en que se casan que ellas y sus nuevas familias son como el agua y el aceite, cuando se presente el primer problema, por tonto que este sea, se ahogarán y no encontrarán salida a esa confusión.
Nuestro camino por la vida nos enseña que lo importante no es saber que afrontaremos problemas, sino que debemos encontrar la solución a cada uno de ellos de la mejor manera posible. Y lo primero que como esposa debes entender, es que cuando sobrevenga un problema con la familia de tu marido, no trates de imponerte y ponerlo en contra de ellos, por más que hayan sido injustos y su error sea evidente. Lo que te debes proponer es buscar la solución y no reclamar y reprochar; pues esto, por lo general, agranda el problema.
No te dejes llevar por la irracionalidad que te llevará a convertirte en aquellas que a la primera molestia ponen a sus esposos contra la espada y la pared, y les dicen: “¡O yo o tu familia!” Por el contrario, si hay algún problema entre tu esposo y su familia, debes buscar acercarlos y ayudarlos a superar sus diferencias.
Por último, te invitamos a que te pongas en el lugar de tu suegra, piensa en el momento en que tu hijo se case y estés pasando por lo que ella tuvo que pasar. No quiere decir que esto sea para ella una desgracia, simplemente está confundida entre la alegría por el matrimonio de su hijo y la tristeza de pensar que ya no es ese niño que crió y estuvo siempre a su lado. Si piensas así, seguro habrás dado el primer paso en el camino hacia la armonía y tranquilidad de tu hogar.

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