{¡Oh, creyentes! ¿Por qué cuando se los convoca a combatir por la causa de Dios, responden con desgano? ¿Acaso prefieren la vida mundanal a la otra? Los placeres mundanos son insignificantes respecto a los de la otra vida} [Corán 9:38]
Las muertes súbitas, los horrendos actos de violencia, y los desastres naturales son solo algunas de las formas en las que Dios muestra la insignificancia de este mundo. Estos trágicos eventos nos recuerdan que la vida –sin importar cuán larga sea– es un viaje que debe concluir. En un pestañeo y sin advertencia, las cuchillas del tiempo cortan esperanzas, sueños y alegrías. Estos “males” nos recuerdan que todos en la tierra perecen y son rápidamente reemplazados por otros como si nunca hubiesen existido.
Dios dice: {Sepan que la vida mundanal es juego, diversión, encanto, ostentación y rivalidad en riqueza e hijos. Es como la lluvia que genera plantas que alegran a los sembradores con su verdor, pero luego las ven amarillearse hasta convertirse en heno. En la otra vida, ustedes recibirán un castigo severo o el perdón de Dios y Su complacencia. La vida mundanal no es más que un disfrute ilusorio} [Corán 57:20]. Este versículo maravillosamente ilustra cómo se esfuerzan los granjeros solo para ver su trabajo perecer al final de la temporada. Esta analogía muestra cómo toda la seriedad que vemos en el mundo hoy en día será –en un instante– como un juego sin sentido y una competencia fútil, excepto el caso de aquellos que invirtieron en ganancias para el más allá.
Los humanos rápidamente olvidamos por varios motivos. Una razón por la que “olvidamos” es la conveniencia: cuando la impaciencia nos tienta con la gratificación instantánea, esto requiere perseguir resultados conscientemente. Es por ello que a veces Dios interrumpe la dulzura de la vida antes de que bajemos la guardia y nos aferremos a su lujo, olvidando nuestro propósito. Para no engañarnos con que hemos sido creados para este confort efímero, Dios nos despierta con “males” y nos trae de nuevo al estado de alerta. Como dijo C. S. Lewis: “Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en la conciencia, pero nos grita en el dolor: es Su megáfono para despertar un mundo sordo”.
Similarmente, Ibn Al Qaiem dijo: “Es por Su misericordia (del Poderoso y Majestuoso) que tiñó esta vida mundanal y la hizo imperfecta. Fue para que no se sintieran cómodos o seguros en y sobre ella, y para que aspiren al disfrute ilimitado en Su morada y en Su compañía. Entonces, en realidad, Él los privó para darles, y los probó para aliviarlos, y les dio la muerte para darles vida [eterna]”.
Dios conoce a la perfección la tendencia humana a desobedecer y no actuar, y por eso a veces nos saca de ese estupor. Dios sabe que casi nada puede despertar al vigor excepto la tribulación, entonces, periódicamente energiza nuestras vidas con alguna turbulencia. Una vez despiertos y revitalizados, los humanos se dan cuenta de su existencia, y se sienten propulsados con una nueva urgencia a vivir por algo más grande que ellos mismos. Por esto, es a través de esos “males” que se plantan las semillas de la excelencia humana y la gente no solo descubre su potencial y se renueva, sino que migra a una estación profunda de trascendencia: vivir con Dios, por Dios y de Dios en este mundo y el próximo.
- Sección:
Purificación del alma