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Islam, imán, ihsán: Éscalando la montaña espiritual (parte 10 de 11)

Islam, imán, ihsán: Escalando la montaña espiritual (parte 10 de 11)

Sin embargo, la construcción de hábitos externos debe ir acompañada de esfuerzos por purificar nuestros corazones y almas de las enfermedades espirituales. Esto requiere una introspección consciente, que para muchos puede ser incómoda, ya que a nadie le gusta pensar en sí mismo como una persona defectuosa o mala. Pero debemos superar esta barrera del ego para buscar nuestras propias fallas personales, de modo que podamos corregirlas de manera sistemática. Omar Ibn Al Jattab, que Al-lah esté complacido con él, solía decir: “Que Al-lah tenga misericordia de quien me muestre mis faltas” (Sunan Ad-Darimi). E Iiás Ibn Mu’awia, que Al-lah lo tenga en Su misericordia, dijo: “Ningún hombre deja de reconocer los defectos en su propia alma sin ser el más grande de los tontos”. Le preguntaron: “Abu Wazila, ¿cuál es tu defecto?” Iiás respondió: “Hablar demasiado”. Los creyentes deben ser conscientes de la tendencia de su propia alma de inclinarse hacia el mal, para hacer yihad contra ello (yihad al nafs), y debe conocer los métodos por los cuales Satanás engaña a los creyentes infundiéndoles un sentido arrogante rectitud”.
Grandes eruditos, como el Imam Al Gazali e Ibn Al Qaiem, han escrito extensamente sobre técnicas específicas que pueden utilizarse para reconocer las fallas espirituales y extirparlas finalmente del corazón. La envidia (al hasad), por ejemplo, es el sentimiento malicioso de querer ver a alguien privado de un bien. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, nos advirtió diciendo: “La envidia y el odio son barberas. No digo que afeiten la barba, sino que afeitan la religión” (At-Tirmidhi). Es decir, esta enfermedad tiene el potencial de eliminar nuestras buenas obras si no la controlamos. Según Al Gazali, la cura para la envidia es hacer exactamente lo opuesto de lo que esta sugiere: para todo lo que la envidia nos insta a decir o hacer, uno debe obligarse a hacer y decir lo opuesto. Si la envidia te incita a menospreciar al envidiado, debes obligar a tu lengua a alabarlo y felicitarlo. Si la envidia te incita a ser arrogante con él, debes exigirte ser humilde ante él y disculparte con él… Esta es la cura para la envidia y es muy beneficiosa, aunque muy amarga para el corazón por ser difícil de hacer, pero las medicinas amargas son las mejores.
Y este es el precio del Paraíso, consumir medicina amarga en busca de la excelencia. Toda enfermedad espiritual tiene una cura que al comienzo es amarga, pero que con el tiempo conducirá hacia la dulzura de la fe en esta vida y en la próxima, como dijo el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “La dulzura del mundo es amargura en el más allá, y la amargura del mundo es dulzura en el más allá” (Musnad Al Imam Ahmad Ibn Hanbal).
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