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La historia de Rumaisa Bint Milhan - I

La historia de Rumaisa Bint Milhan - I

 

Incluso antes que el Islam fuera introducido a Yazrib (Medina), Rumaisa era conocida por su excelente carácter, el poder de su inteligencia y su pensamiento independiente. Ella era conocida por varios nombres, incluyendo Rumaisa y Ghumaisa, pero posiblemente estos eran sobrenombres. Un historiador dijo que su verdadero nombre era Sahlah, pero más tarde fue conocida popularmente como Umm Sulaim.
Umm Sulaim estuvo casada primero con Malik Ibn An-Nader, y su hijo de este matrimonio fue el famoso Anas Ibn Malik, uno de los grandes compañeros del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam.
Umm Sulaim fue una de las primeras mujeres de Yazrib en aceptar el Islam. Ella fue influenciada por el refinado, dedicado y persuasivo Musab Ibn Umair, quien fue enviado como el primer misionero o embajador del Islam por el noble Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Esto fue después del primer juramente de ‘Aqabah. 12 hombres de Yazrib habían ido a ‘Aqabah en las afueras de Meca para jurar fidelidad al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Este fue el primer logro importante para la misión del Profeta en muchos años.
La decisión de Umm Sulaim de aceptar el Islam fue tomada sin el conocimiento ni el consentimiento de su esposo, Malik Ibn An-Nader. Él estaba ausente de Yazrib en ese tiempo, y cuando regresó sintió algo distinto en su hogar por lo que preguntó a su esposa: “¿Has sido rejuvenecida?” Ella dijo: “No, pero ahora creo en este hombre (es decir, el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam).
Malik no estaba complacido, especialmente cuando su esposa comenzó a anunciar su aceptación del Islam en público y a inculcarle a su hijo Anas las enseñanzas y prácticas de la nueva fe. Ella le enseñó a decir “La ilaha il-la Al-lah wa ash-hadu anna Muhammada-r Rasulu-lah”. El pequeño Anas repetía esta simple pero profunda declaración de fe de manera clara y enfática.
El esposo de Umm Sulaim ahora estaba furioso y le gritó: “No corrompas a mi hijo”. A lo que ella respondió firmemente: “No lo estoy corrompiendo”.
Entonces, su esposo salió de la casa y se dice que fue interceptado por uno de sus enemigos y fue asesinado. La noticia la impactó pero aparentemente no la entristeció mucho. Ella permaneció dedicada a su hijo y ocupándose de su correcta educación. Incluso se reporta que ella dijo que no se volvería a casar a menos que Anas lo aprobara.
Cuando se supo que Umm Sulaim había quedado viuda, un hombre llamado Zaid Ibn Sahl, conocido como Abu Talhah, decidió comprometerse con ella antes que nadie más lo hiciera. Él se sentía algo confiado de que Umm Sulaim no lo despreciaría por otro. Después de todo, él era un hombre fuerte y viril, era también muy rico y poseía una casa imponente que era muy admirada. Era además un diestro jinete y arquero, y pertenecía al mismo clan de Umm Sulaim, los Banu Nayar.
Abu Talhah se dirigió a la casa de Umm Sulaim. En el camino, recordó que ella había sido influenciada por la prédica de Musab Ibn Umair y se había hecho musulmana. “¿Y eso qué?”, se dijo a sí mismo. “¿Acaso su difunto esposo no era un firme seguidor de la antigua religión y se oponía a Muhammad y a su misión?”
Abu Talhah llegó a la casa de Umm Sulaim. Llamó y se le dio permiso de entrar. Su hijo Anas estaba presente. Abu Talhah explicó por qué había ido y pidió su mano en matrimonio.
“Un hombre como tú, Abu Talhah”, dijo ella, “no cambia fácilmente. Pero nunca me casaré contigo mientras seas un kafir, un incrédulo”.
Abu Talhah pensó que ella lo estaba poniendo a un lado y que tal vez había preferido a alguien más rico y más influyente. Entonces le dijo: “¿Qué es lo que realmente hace que evites aceptarme, Umm Sulaim? ¿Son acaso los metales amarillo y blanco (el oro y la plata)?”
“¿El oro y la plata?”, preguntó tomando algo de atrás y en un tono levemente de censura. “Sí”, dijo él. “Te juro, Abu Talhah, y juro a Al-lah y Su Mensajero que si tú aceptas el Islam estaré complacida de aceptarte como esposo, sin nada de oro ni plata. Consideraré tu aceptación del Islam como mi maher (dote)”.
Abu Talhah entendió bien las implicaciones de sus palabras. Su mente regresó al ídolo que había hecho de madera sobre el cual ponía gran atención, de la misma forma en que los hombres importantes de su tribu veneraban y cuidaban de sus ídolos personales.
Umm Sulaim tenía la oportunidad perfecta para resaltar la futilidad de la adoración a ese ídolo y continuó: “¿Acaso no sabes, Abu Talhah, que el dios que tú adoras junto con Al-lah creció de la tierra?” “Eso es cierto”, dijo él.
“¿No te sientes tonto al estar adorando parte de un árbol mientras usas el resto de él como combustible para hornear el pan o calentarte? (Si renuncias a esas creencias y prácticas tontas) y te haces musulmán, Abu Talhah, estaré complacida de aceptarte como esposo y no quiero ningún regalo de ti aparte de su aceptación al Islam”. Abu Talhah preguntó: “¿Cómo puedo instruirme en el Islam?” “Yo lo haré”, respondió Umm Sulaim. “¿Cómo?”, preguntó Abu Talhah. “Pronuncia la declaración de la Verdad y testifica que no existe otra divinidad salvo Al-lah, y que Muhammad es el Mensajero de Al-lah. Luego ve a casa, destruye a tu ídolo y arrójalo lejos”.

Abu Talhah se fue y reflexionó profundamente en lo que Umm Sulaim había dicho. Regresó a ella radiante de alegría y le dijo: “He tomado tu consejo con el corazón. Declaro que no existe otra divinidad salvo Al-lah y declaro que Muhammad es el Mensajero de Al-lah”.

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