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Memorias de una mujer sin hijos - I

Memorias de una mujer sin hijos - I

 

Iniciaré mi historia remontándome a 15 años atrás. En ese tiempo llegó a mis manos un libro cuyo título me cautivó, se llamaba “El hombre en el banquillo”, no pude abrirlo para echarle una ojeada porque estaba sellado, así que lo compré y me lo llevé a casa. En el lugar más tranquilo en el cual puedo disfrutar del silencio, lo abrí y comencé a leerlo; me sorprendió mucho el hecho de que era totalmente diferente a lo que mi imaginación había deducido de su título. Era un libro muy científico que trataba de las causas de la esterilidad masculina, que el hombre era responsable de no tener hijos también, y que no solo la mujer era la culpable. Lastimosamente, hoy en día hay muchas personas que no saben de este libro, mucho menos de las causas de la esterilidad y que el hombre también puede ser estéril.
Hablé con una de mis amigas quien, luego de 15 años de matrimonio, no había quedado embarazada, y que por ese tiempo había dejado de salir y reunirse con sus amigas como lo hacía antes. Le pregunté sobre la razón de su actitud y ella me respondió con toda la tranquilidad del mundo: “Quiero que cambien el tema”. No le entendí, así que le pedí que fuera más clara; me dijo entonces: “Me convertí en el tema central de la conversación de las mujeres con las que me reúno. Siempre me están preguntando que por qué no he tenido hijos luego de 15 años de matrimonio, como si fuera mi culpa o como si el tener hijos fuera tan fácil como oprimir un botón y ya. Cuando ellas me hacían esa pregunta podía responderles de dos maneras; una de ellas, decirles que hice todo lo que estaba a mi alcance, pero Al-lah en Su infinita sabiduría y voluntad, no Ha Querido darme hijos. La reacción inmediata era una mirada de compasión, y parecía que querían abrazarme y llorar con migo. La segunda respuesta que podía darles era simplemente ignorarlas y hacerles pensar que a mí eso no me importaba, para así evitarme esas miradas de compasión, pero inmediatamente la catástrofe hacía su aparición. Su reacción era totalmente contraria a la primera, comenzaban a aconsejarme que fuera a donde el doctor fulano, porque todas las mujeres que han tenido mi “problema” y fueron donde él, al poco tiempo tuvieron hijos. Otras te aconsejan bebidas, comidas, y todo lo que les pase por la cabeza; y algunas de ellas te llaman aparte, con todo el misterio del mundo, para aconsejarte a un chamán o brebaje secreto que es “efectivo”.
Si supieran que su actitud, sea cual sea, es tan dura, y que esa pregunta que siempre hacen no deberían hacerla… ellas no saben ni entienden las dificultades por las que he pasado… y mientras que hablan o me miran, hay algunas preguntas que rondan en mi cabeza: ¡¿Quién les dio el derecho de meterse en mi vida?! ¿Por qué debo yo responderles con detalle de lo que he hecho o dejado de hacer para lograr ser madre? Siempre me hacen sentir como si yo fuera la culpable, pues sus índices siempre apuntan hacia mí con dureza”.
Yo, bromeando, le dije que había un libro que se titulaba “El hombre en el banquillo”, y que cómo desearía tener muchas copias para repartírselas a todas las que le hacen esas preguntas siempre que la ven; no para poner a su marido en el banquillo, porque por más que él sea el estéril, al fin y al cabo no tiene la culpa y no sabe lo cruel que pueden llegar a ser las mujeres. Solo lo haría para que ellas comprendan que la esterilidad no es responsabilidad de la mujer únicamente, sino que también el hombre comparte con ella dicha responsabilidad en la misma medida.

Mi amiga, por último, dijo: “Siempre le pido a Al-lah que les Haga olvidar que no puedo tener hijos, para ya no tener que dar explicaciones, porque ellas no descansan sino con mi dolor”...

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