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La guía profética sobre cómo tratar a los jóvenes - I

La guيa profética sobre cَmo tratar a los jَvenes - I

 El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, es el hombre más perfecto que ha existido. Enseñó a la gente tomando en consideración su forma de pensar y su grado de fe. Su forma de enseñar está bien descrita por Al Hakam ibn Mu’awiah, que Al-la esté complacido con él, quien era un hombre maduro (cuando ocurrió este incidente). Ibn Mu’awiah, que Al-la esté complacido con él, dijo, después de cometer un error mientras rezaba, y de haber sido corregido por el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam: “Nunca antes había visto a un instructor que diera mejor instrucción que él, que mi padre y mi madre sean sacrificados por él. Él nunca protestó ante mí ni me golpeó ni abusó de mí”. [Muslim]


Si esta fue la forma en que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, trató y enseñó a los adultos, de seguro los niños se veían más favorecidos por su buena guía e indulgencia en el trato. En ese sentido, el hijastro del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, Umar ibn Abu Salamah, que Al-la esté complacido con ambos, reportó: “Yo era un niño bajo el cuidado del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y mi mano vagaba por el plato. Él me dijo: ‘Muchacho, menciona el nombre de Al-lah (di Bismil-lah antes de comenzar a comer), come con tu mano derecha y come de lo que tienes más cerca a ti’. Siempre he seguido esta forma de comer desde aquel incidente” . [Bujari y Muslim]


Está claro, entonces, que la más honorable de las personas, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no desdeñó comer con su hijastro como hace mucha gente. Incluso cuando el niño cometía un error, se apresuraba a enseñarle la manera correcta de comer de forma amable. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no era duro con él, no le reprochaba ni lo despedía de la casa. En consecuencia, su forma de enseñar tenía un gran efecto en el niño, quien dijo: “Siempre he seguido su forma de comer”, así como toda la nación musulmana en su conjunto.
¿Qué crees que hubiera ocurrido si el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, hubiera reprendido al niño o lo hubiera echado, o lo hubiera maldecido (suplicándole a Al-lah Todopoderoso que le cortara la mano, por ejemplo) como hacen algunos padres ignorantes en esa situación? ¿El niño se habría beneficiado aprendiendo la etiqueta para comer? ¿La nación entera había obtenido algún beneficio al aprender tal maltrato?


Por otra parte, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, bromeaba con los niños, los hacía felices y les ponía apodos agradables. Esto está ilustrado en el hadiz narrado por Abu Taiah, con la autoridad de Anas ibn Malik, que Al-la esté complacido con él, quien dijo: “El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, fue el mejor de las personas en carácter. Tenía un hermano llamado Abu ‘Umair, quien, creo, acababa de ser destetado. Siempre que (el niño) era llevado al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, solía decir: “¡Oh, Abu ‘Umair! ¿Qué hace Al Nugair (el Ruiseñor)?’ Había un ruiseñor con el que el niño solía jugar”.


La pregunta es: ¿cómo se comparan los educadores actuales con esta guía profética respecto a manejar a los jóvenes con compasión, deleitándolos con bromas y regalos, o por lo menos hablándoles buenas palabras que abran sus ojos y oídos, y les permitan beneficiarse del conocimiento y el comportamiento de sus educadores? ¿Dónde están los educadores que llaman a los más jóvenes por su Kuniah (apodo patronímico), para alegrarlos? Por el contrario, algunos educadores dan intencionalmente a los niños a su cargo apodos que les molestan profundamente. Vale la pena mencionar que mientras estos niños son llamados por estos apodos hirientes, el pecado de ofenderlos regresará a quienes inventaron tales nombres en primer lugar.


Otro aspecto de la atención del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, hacia los jóvenes es que guiaba a los padres y tutores para que enseñaran a los niños el Salah (oración) y los familiarizaran con ella, de modo que continuaran realizando el Salah de la forma en que se les había enseñado en su infancia.

 

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